martes, 18 de noviembre de 2008

Hoy en Vidas Ejemplares: LEÓNIDAS, REY DEL RECOCHINEO

Hacía ya tiempo que no retomaba yo una sección clásica de estas que tanto me gusta crear y luego abandonar, y hoy he pensado "qué coño, por qué no". Aunque sea para demostrar que Teodiomucho sigue aquí, o aunque sea para demostrar que soy capaz de escribir dos posts seguidos sin hablar de Sandra (OUCH! Mierda, se me ha escapao! Bueno, pues ya de perdidos al río: ¿sabéis que ya me lleva aguantando siete meses?)

En fin, que me despisto. Damas, caballeros, volvemos a los clásicos. Pero clásicos clásicos, ¿eh? Porque hoy en Vidas Ejemplares quisiera hablaros de alguien muy... muy moderno, muy de hoy en día, ¿no? Muy de nuestro tiempo.

Saluda, Leónidas.


¡¡¿¿CÓMO ESTÁN USTEDEEEEEEEEEEES??!!


Gracias, Leónidas. Bien, creo que todos conocemos a Leónidas, ¿no? ¿Rey de Esparta, os suena? ¿Que se fue a dar un paseo con trescientos maromos como escolta personal? Pues ese.

La historia de Leónidas y sus trescientos espartanos es ya leyenda. De hecho, la historia de Leónidas ya era leyenda para sus trescientos espartanos. Cuesta trabajo olvidar cómo empezó todo... aquellos valientes hombres, ateridos de frío, sentados alrededor del fuego mientras uno de ellos, el más dotado para las historias, les relataba la infancia del Rey.

¡Y qué infancia! Curtido en batalla ya a muy tierna edad, abandonado en el bosque para sobrevivir, comiendo sólo cuando encontraba de dónde comer. Un invierno cruel y despiadado, el frío acuchillando la piel casi desnuda de un crío de diez años que se enfrenta valeroso a las adversidades.

Y entonces llega el lobo. La bestia más grande y feroz que el muchacho ha visto jamás. Un animal salvaje movido sólo por el ansia, una criatura malvada y aterradora. Y el chico está solo ante el peligro.

Pero Leónidas no estaba indefenso. Contaba con su astucia y con su lanza. Logró atraer al lobo a un paso estrecho donde, haciendo gala de toda su hercúlea fuerza, ¡consiguió derrotarle! El lobo quedó destruido, aniquilado, y Leónidas regresó triunfal a Esparta coronado con la piel de su presa. Porque un espartano no cede ante la adversidad. Un espartano, ante un enemigo más grande y fuerte que él, se crece y se alza victorioso. ¡Un espartano nunca se deja vencer!



Ya.



Grandes palabras de arenga, sin duda. Muchos ánimos para las tropas que van a enfrentarse a Jerjes y sus nosecuantos mil soldados. Pero parémonos un momentito a pensar, así por curiosidad... ¿cuál hemos dicho que era el grito de guerra de los espartanos?





Aú,

aú,

aú.





Es decir, que tus trescientos maromos van a enfrentarse a un ejército que les supera en número, en armamento y en orcos (porque ahí había orcos, a mí que no me jodan), y les estás contando una historia que les dice que su grito de guerra es el sonido de un animal al que un niño de diez años muerto de hambre y de frío podría matar y despellejar sin apenas esfuerzo.



Muy bien, macho, muy bien. Luego te extrañarás si no ganáis.

lunes, 17 de noviembre de 2008

¡Mira, mira lo que sé hacer!

Sé lo que estáis pensando. Un pobre e indefenso publicista, solo ante el gran mundo que le rodea y le amenaza con engullirle. No tiene a nadie en su empresa para defenderle si algún día sus competidores decidiesen echarle abajo el chiringuito. Su única esperanza de vida se reduce al hecho de que, como está empezando y tal, aparentemente nadie sabe quién es. Lo sé, lo entiendo, os doy pena.

¿Pero sabéis qué?


No, no es un corte de mangas;
¿pero a que lo parece?


Que yo sé hacer esto :P