sábado, 28 de febrero de 2009

¡MALDICIÓN! ¡El Camarero del Apocalipsis!

Existe una técnica narrativa, niños y niñas, que consiste en comenzar la historia con una situación cotidiana, casi doméstica, para acabar convirtiéndola en una epopeya. Grandes relatos de todos los tiempos han seguido esta técnica: "El Señor de los Anillos" empieza con un bucólico texto acerca de los hobbits, "La Gran Matanza" comienza como una disputa doméstica en Sin City, "El Ataque de los Payasos Hinchables Musicales Nudistas" parecía que iba a ser simplemente el diseño de un cartel... Es algo muy común, ya os digo.

No sé exactamente qué nombre tendrá esto en literatura. En la vida real, que también ocurre, se suele llamar "La que se ha liado por una gilipollez".

Podría poner cientos, miles, millones, incluso pares de ejemplos de estas situaciones en la vida real. Algunos de ellos terriblemente ridículos, algunos de ellos sorprendentemente dolorosos, algunos de ellos c) todas las anteriores. Pero creo que el más reciente de estos acontecimientos podría ser un ejemplo magnífico.

25 de Febrero. Noche de miércoles.

Debido a un insólito intercambio de faroles que salió mejor de lo que nadie esperaba, Sandra se encontraba de visita sorpresa en Algeciras. Dado que había venido el domingo y se volvia a ir el viernes, no disponíamos de un fin de semana para quedar con nadie... así que conseguimos que un par de amigos (cuyos nombres no citaré por aquí salvo que ellos así me lo autoricen) nos hicieran un hueco en sus agendas entre semanas.

Salimos a cenar, y después quisimos pasarnos por el Acuario, una cafetería de por aquí, a tomarnos algo y echar una partida al Munchkin. Tomamos asiento, sacamos las cartas, comenzamos a barajarlas, y el camarero compareció ante nosotros para tomarnos el pedido. Trajo la primera bebida mientras repartíamos las cartas. Para cuando llegó la segunda, ya habíamos empezado a jugar.


Ese, y no otro, fue el momento que el camarero escogió para decirnos "Lo siento, pero en este local está prohibido jugar a las cartas".


Claro está, nos quedamos un poco cortados. ¿No había visto las cartas antes? ¿No estaban bien a la vista mientras nos tomaban nota o mientras llegaba el primer chocolate? Supongo que nos habría gustado saber que no podríamos tomarnos algo y jugar al Munchkin antes de que nos sirvieran, pero en fin... con gesto contrariado recogimos las cartas. Entonces, cuando llegó la tercera bebida, Sandra preguntó amablemente por qué no se podía jugar a las cartas.

-Porque no.
-¿Pero por qué?
-Porque está prohibido.

El amigo que venía con nosotros, a la vista de las malas contestaciones, decidió preguntar dónde estaba escrito que no se pudiera jugar a las cartas. La idea estaba bien clara: si nos enseñaban algún cartel bien visible en el que lo dijera, pues nos teníamos que callar y jodernos. Pero la única respuesta fue "Son normas de la casa, no se puede".

¿Conclusión? Pedimos la hoja de reclamaciones. ¿Un poco exagerado? Tal vez, pero no se nos estaba explicando por qué no teníamos derecho a jugar a las cartas, así que la pedimos.

¿Alguna vez habéis pedido una hoja de reclamaciones? Y si es así... ¿os han dicho eso de "No la tengo, esperad que tengo que localizar al jefe para que él la traiga"?


Pues si es así, que sepáis que os están engañando. Por ley, la hoja de quejas y reclamaciones TIENE QUE ESTAR a disposición del cliente en todo momento. En el momento que nos dijo eso supimos que ya de ahí no nos pensábamos ir hasta que nos dieran la hojita en cuestión.

Quince minutos después apareció el encargado por la puerta.

Cuarenta y cinco minutos después, aún seguíamos sin la hoja de reclamaciones.


Hartos ya de esperar, Sandra y nuestro amigo se levantaron y fueron a preguntar. Respuesta que les dieron: que nos darán la hoja de reclamaciones... CUANDO PAGUEMOS. Eso ya sí que era una clara violación de los derechos del consumidor, así que tras un rato de insistir en "Vamos a pagar, podríamos habernos ido ya y no lo hemos hecho, pero danos la hoja de reclamaciones a la que tenemos derecho" sin resultado... LLAMAMOS A LA POLICÍA.



Por no alargar más la historia, os contaré que finalmente se nos entregó la hoja de quejas y reclamaciones (aunque el encargado se negó a sellarla hasta que no hubimos pagado la consumición... me quejaría algo más, pero bueno, al final la selló). Contamos lo de las cartas, las malas contestaciones, la hora de espera sin explicaciones, el intento de no darnos la hoja si no pagamos... una auténtica odisea, en fin.

Y ahora, damas y caballeros, es cuando yo os planteo unos cuantos finales alternativos para esta historia. A ver si todos pensáis, como yo, que esto podía haber acabado de otra forma:

1- Nos dicen desde el principio que no se puede jugar a las cartas. No jugamos. Fin.
2- Nos explican amablemente por qué no se puede jugar a las cartas. Lo aceptamos. Fin.
3- Nos entregan la hoja de reclamaciones cuando la pedimos. La rellenamos contando que no nos dejan jugar a las cartas. Probablemente cuando nos contesten se nos confirma que nos hemos quejado por una chorrada. Fin.
4- No nos intentan estafar con lo de que la hoja de reclamaciones sólo te la dan si primero pagas la consumición. La rellenamos contando sólo lo de las cartas y que nos han tenido una hora esperando. Quizás tengamos algo más de razón para quejarnos. Fin.

Por supuesto estaría la opción 5- No nos quejamos (fin). Pero no nos planteamos quejarnos hasta que no nos contestaron mal, y no fuimos acumulando motivos para quejarnos hasta que no intentaron timarnos. Así que... ¿de verdad, DE VERDAD hacía falta que viniera la policía sólo porque no nos dejaban jugar a las cartas?



Podéis llamarme absurdo, vale. Pero reconoced que estoy condicionado por el entorno.

jueves, 12 de febrero de 2009

El aterrador regreso

Unos momentos para la reflexión.




Cuando creé este blog, lo hice con la sana intención de quejarme de todo lo que se menea. A fin de cuentas, ¿qué hay más saludable que eso? Y no puedo decir que me falten motivos para quejarme: clientes que no pagan, o que directamente me ofrecen como pago algo que no existe; amenazas recibidas por expresar mi opinión sobre quien se podría clasificar como "mi jefe", algo 100% español; la crisis, que no voy a ser yo el único que no se queje de ella, faltaría más. ¡Y todo eso sin salir del terreno laboral!

Por desgracia, se ve que últimamente el noble arte de la crítica despiadada y satírica ha caído en desuso. El público ya no es lo que era, no... ahora es GENTE. Ahora hay quien lee este blog y se da por ofendido. Ahora tengo que medir mis palabras en la blogosfera para evitar un conflicto en el mundo real. Ahora tengo que buscar coñas sobre cosas frikis para no herir sensibilidades (con todo, joder la que se lió cuando me dio por cachondearme de Leónidas ;P).

Habréis notado un descenso en el volumen de entradas de este blog. La principal razón es que, como no me dedique a contaros todos los días que tengo novia, ya uno no se terminaba de decidir sobre qué hablar.


Pero hoy ha ocurrido.


Contra todo pronóstico, alguien ha regresado a mi vida.


Alguien que hace el mundo un poco más absurdi.


Alguien que hacía ya tiempo que no se pasaba por este blog.


Alguien que puede decirme lo que quiera, porque en el fondo todos sabemos que lo único que yo pueda decir sobre él y los suyos es lo mismo que piensa el resto del mundo.


Alguien, en definitiva, con quien me puedo meter.



Y mientras aún pueda, vive Dios que lo voy a aprovechar. Teodiomucho no tiene por qué morir. Si ellos han vuelto, yo también puedo hacerlo. Habrá más motivos de queja, habrá más guerra al mundo, habrá más gilipolleces en serie, porque ahora sé que esta vida aún está dispuesta a ofrecerme desafíos a los que enfrentarme.

HE VUELTO.











¿Tenéis la tarjeta del Corte Inglés?