miércoles, 5 de abril de 2006

Y cuatro (lo sé, ya lo he dicho, pero qué se le va a hacer)

Absurdancias Incoherentes La Perilla Feliz presentan...

... Anoche. Víspera del examen de conducir. Como en todas las ocasiones anteriores, me garantizo una buena noche de sueño reparador: mi infusioncita y mis dos pastillas de herbolario para relajarme y dormir como un bebé. Me lo tomo todo hacia las diez y media u once, para que me haga efecto con tiempo de sobra, y pasando las doce me acuesto, sabiéndome lo bastante sedado como para caer como un tronco en el colchón.

Cinco de la madrugada. Todavía sigo despierto. Un calor agobiante, me estoy meando desde hace un rato (pero no me atrevo a abrir los ojos y levantarme de la cama por si acaso resulta que sí que puedo espabilarme aún más), y juraría que el teléfono fijo sonó durante dos o tres segundos (y tengo una terminal en mi cuarto, así que imaginaos). El despertador está puesto a las ocho y media, para tener tiempo de sobra de espabilarme antes de coger el coche. Sabiendo que si eso sigue así como mucho dormiré tres horas, y eso con suerte, revoleo el edredón, me quito el pijama, voy al baño a mear y pongo el despertador a las nueve y media, para poder dormir una hora más.

Ocho y media de la mañana. Me despierto sin despertador, y maldigo mi suerte que me impide dormir más de esas fatídicas tres horas, en las que encima he tenido uno de esos sueños intranquilos (no pesadillas, pero tampoco se descansa con uno de esos). Remoloneo un rato en la cama, tratando de caer dormido para descansar aunque sean tres cuartitos más. Pero no lo consigo, así que a las nueve me levanto.

Decido dedicar el tiempo que tengo a asegurarme de prepararlo todo bien, para estar haciendo algo y ver si me termino de despertar. Por una vez, decido, no me voy a tomar la pastilla para relajarme antes del examen... a menos que me la tome con café, que a mí que no me gusta el café (y por lo tanto no lo sé preparar). Bajo a la cocina, desayuno y de pronto digo "Voy a coger un puñado de caramelos reglamentarios, para tener alguno en la boca durante el examen".

Horror máximo. El bote de los caramelos está vacío. Rebusco por la cocina, pero no encuentro la bolsa llena de caramelos que mi madre me dice luego que estaba en el armarito de al lado.

De inmediato subo a mi cuarto, me visto, cojo el cochino, llamo al taxi y salgo a esperarlo. Son apenas las nueve y media, me queda una hora y cuarto antes del examen, pero tengo que comprar caramelos como sea. Así que me voy al Eroski, que está al lado mismo del centro de exámenes, para comprar.

El Eroski no abre hasta las diez, ni tampoco ninguna de las tiendas de fuera. Me espero, voy al baño, salgo y veo que ya está el segurata quitando la cuerda de tender la ropa que tienen para impedir que la gente entre antes de tiempo. Entro, rebusco, pero no los encuentro de los reglamentarios. Doy un par de vueltas más. Nada. Presa de la desesperación, agarro la primera bolsa de caramelos amarillos que encuentro (por si cuelan) y paso por caja para pagarlos. Aún queda media hora para la hora a la que me han dicho que esté allí, y tres cuartos para la hora a la que le han dicho al examinador que vaya. Vuelvo a ir al baño (no me pillarán meándome en el examen, ohhhh no).

A punto de salir, me encuentro que ya está abierto el Belros. Entro y, por supuesto, allí me encuentro los caramelos reglamentarios. O casi, estos eran de miel y limón y los míos son de limón-mentol (o algo así, vaya, son amarillos). Con todo y con eso me los compro y voy andando hasta el centro de exámenes.

El examinador llega tarde y borde, que las dos terminan por rde. Entramos en el coche la chica que va primera y yo. Ella se examina, bastante bien, y me toca a mí.

Ahora recopilemos: había dormido tres horas y me había presentado al examen en plena crisis histérica por la falta de caramelos. No me permiten llevar gafas de sol que no dejen ver los ojos, por lo que cuando el sol me pega de frente la reacción lógica es entrecerrar los párpados. Juntad todos esos elementos. ¿Cómo me ha salido el examen?

Os ahorraré la crónica completa. Os baste saber que he acumulado faltas suficientes para suspender dos veces y media (justas). Ante lo cual uno se pregunta... si el primer deficiente fue lo bastante grave como para que el examinador le preguntase al profesor por qué no había intervenido, y con dos deficientes ya estaba suspenso... ¿por qué cojones el examinador me hizo seguir?



Ahí queda eso. A la cuarta va la vencida. Y a la tercera. Y a la segunda. Y a la primera. A ver si hay suerte y a la quinta el que vence soy yo.

Eso sí, ¿es o no es pa odiar al mundo? O sea, sedado hasta las trancas, ¿os parece siquiera lógico que tenga insomnio?

4 comentarios:

Virginia dijo...

Vale. Acabo de hablar contigo por teléfono y te he pedido por favor que cuentes todas tus peripecias al volante... que sería mu bonito y además una pechá de reir... en fins, me adelanto a las circunstancias jeje ahora entiendo ese silencio al otro lado de la línea telesfórica xDDDDD

Jack Ryder dijo...

Silencio al otro lado de la línea telefónica? Deberías llevar tu móvil a que lo miren, ¿seguro que no se escuchaba un hilo musical con "Love me tender" cantado por grillos?

Virginia dijo...

No. Me acordaría. Me encantan los grillos. Y con chocolate son una delicia. Me alegra saber que hasta verano te tendré rulando por aquí más o menos a menudo. Es un consuelo que me proporciona alegría terapetútica en sanas dósis.

Jack Ryder dijo...

Han vuelto!!! edmorgan90790500, tío, GRACIAS! Esto es justo lo que necesitaba ahora mismo!